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La vid, perteneciente a las vitáceas, es fundamental en la producción de vino y el cultivo de uvas. Su cultivo debe realizarse en condiciones determinadas para poder abastecernos de su fruto, la uva.
Al igual que todas las plantas, la vid se compone de la raíz, el tallo, las hojas y la parte que más nos interesa para hacer el vino: los frutos, la uva.
Es el órgano subterráneo de la planta que se encarga de dos funciones fundamentales:
El tallo está constituido por haces de conductos que reciben el nombre de vasos leñosos (conductores de la savia bruta) y los vasos o tubos liberianos (conductores de la savia elaborada), protegidos por capas impermeables que evitan cualquier pérdida de substancias nutritivas durante el transporte.
Esta savia bruta está constituida por agua, substancias minerales y demás nutrientes, procedentes de las raíces, mientras que la savia elaborada contiene hidratos de carbono, proteínas y demás metabolitos, y se produce en las partes sintetizadoras de la planta, principalmente en las hojas.
El tallo asegura, mediante sus ramificaciones, la nutrición y el intercambio de sustancias de todas las zonas de la planta.
La hoja está formada por una ancha lámina llamada limbo, atravesada por un nervio central, así como un cierto número de ramificaciones, que conforman la distribución de las substancias desde y hasta la hoja.
La unión entre la hoja y el resto de la planta la hace un apéndice delgado llamado peciolo.
Las hojas son el verdadero laboratorio de las plantas; contienen abundantes cantidades de pigmento verde, llamado clorofila, gracias al cual tiene lugar la fotosíntesis.
La fotosíntesis es el proceso mediante el cual se sintetiza la savia elaborada a partir de sustancias procedentes del suelo, del anhídrido carbónico y de la energía solar captada del ambiente a través de los estomas, unos orificios situados en la cara inferior de las hojas que se abren y se cierran permitiendo el intercambio.
Gracias a esto, la planta se desarrollará beneficiosamente.
De las yemas brotarán las ramificaciones, de las que a su vez salen las hojas y los racimos. Estos racimos están constituidos por flores en cada una de sus terminaciones, que tras la fecundación del órgano femenino de cada flor (el pistilo) se transforma en el grano de uva, el fruto de la planta.
Se deben de tener diversos factores en cuenta para lograr buenos cultivos y evitar factores de riesgo que puedan afectar en el suelo, clima y la propia planta.
El suelo puede ser un factor perjudicial para el cultivo en el caso de que sea arenoso, ya que drena en exceso; arcilloso, porque retiene mucha agua; oscuro, porque capta la luz y su propio régimen térmico hace que se suelan calentar y enfriar fácilmente. Además, en valles o pendientes pronunciadas son más difíciles de cultivar. Por ello, los grandes vinos se obtienen en suelos pobres, secos y poco productivos. Un ejemplo de suelos para estos cultivos se encuentra en el Priorato.
Idealmente, el clima más adecuado para realizar los cultivos es el templado.
Es necesario un invierno frío para que la planta repose, una primavera con temperaturas templadas, un largo y cálido verano hasta la vendimia, sin lluvias para garantizar la madurez de la uva, y un otoño suave y lluvioso que permita el agostamiento de las partes verdes y asegure reservas de agua
Con la colaboración de Excelsia.
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