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Uno de los principales motivos para elegir patatas ecológicas en lugar de no ecológicas es su innegable superioridad nutricional, principalmente en potasio, un mineral esencial para el buen funcionamiento del cuerpo.
Sabrosa y versátil gastronómicamente hablando, la patata es también muy nutritiva, gracias a su contenido en:
El organismo necesita de potasio para muchos de sus procesos, ya que está implicado en:
Las patatas ecológicas acumulan 636.32 mg de potasio por cada 100 g, y las no ecológicas, 451.17 mg, lo que implica un aporte un 41 % superior. Al analizar estas cifras, y considerando que la ingesta diaria admisible de potasio para una persona adulta es de 4700 mg, vemos que si la patata fuera la única fuente de potasio en la dieta diaria habría que consumir 300 g más de patata no ecológica para lograr la ingesta de la dosis necesaria del citado mineral (figura 1).
El almidón es un carbohidrato complejo presente en las patatas y cuando es ecológica su proporción es de un 18.45 %, mientras que el porcentaje que contienen las no ecológicas es del 11.33 %. Es decir, que las primeras sintetizan un 38.59% más (figura 2).
Cuando la patata se cocina al vapor conserva muy bien los micronutrientes y si, una vez cocida, se deja enfriar unas horas la estructura del almidón se modifica y se forma el llamado almidón resistente, un alimento prebiótico que sirve de alimento a la microbiota intestinal beneficiosa.
Es sabido que en los vegetales los nutrientes se aglomeran en la materia seca, motivo por el cual es preferible que sus niveles sean altos. En la patata no ecológica su fracción es del 17.32 % frente al 24.71% de la ecológica, lo que significa que esta última es más nutritiva, pero también que contiene menos agua. En concreto, un 75.29 %, la ecológica, y un 82.68 %, la no ecológica; diferencias que obedecen a la mayor fertilización nitrogenada en el cultivo no ecológico (figura 3).
Ese menor contenido en humedad es una gran ventaja a la hora de freír; al haber menos agua que eliminar, se necesita menos tiempo y energía para alcanzar el punto de fritura, lo que equivale a una mejor eficiencia energética.
Su diversidad en la cocina es espectacular, tanto si son las protagonistas de la receta como si forman parte del resto de los ingrediente o de la guarnición, y el color de la piel es la mejor guía a la hora de cocinar: las blancas son perfectas para las frituras, las rojas resultan ideales para hacerlas al vapor o cocidas y las moradas añaden un toque especial a tus platos.
Fuente: M. D. Raigón – Dto. Química de la Escuela Técnica Suprior del Medio Rural y Enología. Universidad Politécnica de Valencia.
Selección de estudios sobre los beneficios de lo productos ecológicos.
Pocas cosas gustan más que una sopa bien caliente cuando llegan los primeros fríos. De ahí que los caldos preparados no falten en casi ninguna cocina. Pero ¡recuerda!: Sólo si eliges caldos ecológicos te aseguras de que todos sus ingredientes son frescos y naturales, y están libres de aditivos, conservantes, aromas y extractos artificiales.
Preparar un caldo o una crema es muy fácil, pero requiere tiempo y dedicación para conseguir un plato rico en sabor, aroma y propiedades nutritivas. Los caldos, consomés, sopas y cremas de producción ecológica se cocinan siguiendo las recetas tradicionales, únicamente con ingredientes frescos, y basta con calentarlos para disfrutar de un plato de cuchara saludable y equilibrado.
En cambio, en la elaboración no ecológica se permite la incorporación de hidrolizados de proteínas, aromas, extractos y aditivos autorizados, como los potenciadores de sabor.
El glutamato monosódico (GSM) es el aditivo alimentario E621 y se añade a los caldos no ecológicos para potenciar el sabor a carne o proteína. Está prohibido en la producción ecológica y existen estudios que demuestran sus repercusiones negativas sobre la salud. Por ejemplo, su consumo incluso se ha relacionado con la obesidad (Olney, 1969*).
Su poder tonificante, reconstituyente y estimulante se debe, en gran medida, a su aporte mineral. Al comparar los caldos ecológicos con los no ecológicos, queda de manifiesto que los primeros tienen más propiedades, algo que se mantiene cuando se utilizan para preparar arroces o guisos, ya que los minerales no se destruyen durante la elaboración.
Mineral | Composición ecológica | Composición no ecológica | Valoración (Δ) a favor |
---|---|---|---|
Calcio | 122 | 25 | 388% |
Magnesio | 46,4 | 25,7 | 80% |
Hierro | 0,482 | 0,158 | 205% |
Zinc | 0,065 | 0,023 | 182% |
Los niveles de calcio y magnesio del caldo ecológico son, respectivamente, un 388% y un 80% superiores a los del producto no ecológico gracias a la mayor presencia de estos minerales en las verduras y hortalizas utilizadas, unos nutrientes que al ser fácilmente solubles pasan sin problemas al caldo. En la misma línea, los caldos ecológicos atesoran un 205% más de hierro y un 182% más de zinc frente a los no ecológicos
Ese elevado contenido mineral convierte a los caldos vegetales en imprescindibles en una dieta saludable. Así, 200 ml de caldo vegetal ecológico aportan el 25% de la ingesta diaria de calcio; y el 22% de la de magnesio para el hombre y del 38,7% en el caso de la mujer, debido a que la dosis recomendada de magnesio varía en función del género. Y si nos referimos al hierro, esta cantidad representaría el 6% de la ingesta diaria para el hombre y el 2,7% para la mujer porque las exigencias femeninas de este oligoelemento son mayores.
En cambio, 200 ml de caldo vegetal no ecológico apenas cubrirían el 4% de la cantidad diaria recomendada de calcio; el 12,2% de la de magnesio para los hombres (21,4% en el caso de las mujeres); y el 2% de la de hierro para el hombre (0,83% para la mujer)
Fuente: M. D. Raigón – Dto. Química de la Escuela Técnica Suprior del Medio Rural y Enología. Universidad Politécnica de Valencia.
Totalmente pura y natural, la miel ecológica conserva intactos sus nutrientes y beneficios terapéuticos porque, a diferencia de la industrial, no está pasteurizada. La pasteurización evita que cristalice, pero destruye la mayoría de sus enzimas y antioxidantes.
La miel ecológica es rica en vitaminas y minerales esenciales y se obtiene según los protocolos de la apicultura ecológica. Sus colmenas están hechas de materiales tradicionales (corcho, paja, barro) y no se admite que sean de plástico poliuretano o fibra de vidrio. Durante la recolección, extracción y almacenado sólo se usan materiales de calidad alimenticia y están prohibidos los accesorios de plástico no alimentario y los galvanizados.
Tras la recolección, la miel se extrae del panal a una temperatura lo más baja posible (sin superar los 40ºC en ningún momento) para conseguir que conserve su poder antiséptico. A diferencia de la industrial, la ecológica no se pasteuriza, un proceso que evita la cristalización, pero destruye la mayoría de enzimas, antioxidantes y propiedades beneficiosas, como su acción antibiótica.
Sus propiedades terapéuticas se conocen desde hace siglos y está considerada un verdadero antibiótico natural y un potente agente antiséptico. Además, regula los niveles de azúcar en sangre (gracias a su equilibrio entre fructosa y glucosa), combate el estrés, ayuda a conciliar el sueño, evita el estreñimiento, regula el ciclo menstrual, calma la tos y el dolor de garganta, favorece las digestiones difíciles…
Si se analiza la miel ecológica según los valores legislados (tabla 1) queda demostrado que se trata de un producto puro y de gran calidad. Por una parte, el elevado valor de la actividad enzimática indica que es fresca y, como la humedad es inferior al máximo autorizado, su densidad es la justa. El hecho de que la concentración de hidroximetilfurfural sea casi inapreciable deja claro que no está adulterada; la explicación es que las altas temperaturas a las que se somete la miel industrial causan la descomposición de la fructosa (uno de sus azúcares mayoritarios) en hidroximetilfurfural. De ahí que la fructosa sea el principal azúcar que contiene la ecológica.
Las colmenas ecológicas son un modelo de sostenibilidad porque respetan el entorno y facilitan la polinización, un proceso natural que contribuye al mantenimiento de la biodiversidad, ya que permite la fecundación de las flores y que estas puedan dar frutos y semillas.
Greenpeace alerta sobre los factores que amenazan a los insectos polinizadores; por ejemplo, la pérdida de hábitats, los monocultivos de la agricultura intensiva, los animales invasores y, principalmente, el uso de plaguicidas, que juegan un papel importantísimo en el descenso de las poblaciones de abejas.
Fuente: M. D. Raigón – Dto. Química de la Escuela Técnica Superior del Medio Rural y Enología. Universidad Politécnica de Valencia.
Selección de estudios sobre la comparativa de los alimentos ecológicos frente a los no ecológicos.
La avena es uno de los cereales más completos que hay. Por eso, no es de extrañar que sea uno de los ingredientes principales en muchos desayunos. Además, la ecológica aporta más sabor, proteína y fibra.
La avena es un cereal que desde principios del siglo XX ha tomado mucha importancia en la alimentación humana. Comparándola con el resto de los cereales, contribuye al buen tránsito intestinal porque es muy rica en fibra, presenta una mayor proporción de ácidos grasos esenciales y contiene hidratos de carbono de absorción lenta, lo que permite saciar el hambre y tener un mayor control de los niveles de azúcar en sangre. Además, con un elevado nivel de proteínas de alto valor biológico, la avena también es el cereal que más aminoácidos esenciales contiene, sobre todo de lisina.
Podemos encontrarla en copos y salvado en los cereales del desayuno o formando parte de un muesli. También puede encontrarse en panes y harinas, y muchas personas se la toman en forma de gachas para desayunar. En los últimos años han surgido nuevos productos en el mercado como galletas, tortitas y como bebida vegetal.
La bebida de avena es una de las alternativas a la leche más comunes después de la de soja. En los últimos años, más personas optan por complementar sus cereales, cafés, tés o recetas con esta opción. Y es que su sabor dulzón combina muy bien con estos básicos del desayuno.
En la figura 1 podemos observar que la bebida de avena no ecológica es mucho más ácida que la ecológica. Esta sensación en boca se complementa con ácidos solubles, un valor que equivale a la sensación dulce que se percibe por el alimento y, por lo tanto, a la presencia de azúcares que generan un sabor más empalagoso, mayor densidad de la bebida y menor presencia de sabor de avena. La avena no ecológica tiene una mayor proporción de sólidos solubles, que otorgan a la bebida de avena ecológica un sabor más equilibrado y auténtico en boca.
En la figura 2 observamos que el contenido de fibra y proteína son superiores en las galletas, las tortitas y los cereales de avena de producción ecológica, mientras que el contenido en grasa de los tres productos es superior en los no ecológicos.
Esto hace que los alimentos no ecológicos sean más calóricos y de menor calidad por la mayor fracción de grasas saturadas que contienen.
¿Sabías que la avena se podría considerar como el cereal de la felicidad?
La avena contiene una sustancia con efecto calmante que restablece el equilibrio del sistema nervioso llamada avenina. Por otro lado, este cereal también contiene triptófano, un percusor de la serotonina, responsable de establecer una sensación de bienestar en la persona. Por este motivo, la avena es un alimento ideal para empezar el día.
Fuente: Raigón Jiménez, M.ª Dolores (2020). Manual de la nutrición ecológica. De la molécula al plato. (pp. 363-369). Valencia, Sociedad Española de Agricultura Ecológica.
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Al comparar los granos de quinoa ecológica con los no ecológicos, la balanza nutricional siempre se inclina a favor de la primera, ya que posee una mayor densidad de nutrientes: por ejemplo, aporta el doble de minerales y un 15% más de proteínas de alto valor biológico.
Está demostrado que la quinoa ecológica posee una mayor fracción de nutrientes que la no ecológica, debido a que tiene un 5% más de materia seca (figura 1). Así, es más rica en fibra (que ayuda a favorecer el tránsito intestinal, regula el colesterol y genera sensación de saciedad) y aporta más proteínas, vitaminas y minerales que otros cereales.
Considerada un superalimento, sus hidratos de carbono son de bajo índice glucémico y, en cuanto a las grasas, destaca la presencia de ácidos grasos omega-3 y 6.
El grano de origen ecológico atesora unos niveles de proteína casi un 15,5% superiores a los que se encuentran en el no ecológico (figura 2), una proteína de alta calidad porque entre el 13,81 y el 21,90% de la misma, dependiendo de la variedad de la semilla, son proteínas de alto valor biológico, que incluyen todos los aminoácidos esenciales, es decir, los que el organismo es incapaz de sintetizar y debe tomar de la alimentación.
Si se confronta la proporción de proteína y de los cuatro aminoácidos esenciales que marcan la calidad (lisina, metionina, treonina y triptófano), en 100 g de quinoa, arroz integral, maíz, trigo y clara de huevo, la quinoa presenta los valores más altos (tabla 1).
La quinoa posee unos niveles de calcio, hierro, potasio, magnesio, fósforo, zinc y manganeso superiores a los que se pueden encontrar el arroz, el maíz o el trigo. El más destacable es el contenido en calcio, que se absorbe muy fácilmente por el organismo y cuya ingesta ayuda a evitar la descalcificación y la osteoporosis. Cuando se analiza la concentración de minerales totales se constata que la de los granos ecológicos duplica la de los no ecológicos (figura 2).
Fuente: M. D. Raigón – Dto. Química de la Escuela Técnica Suprior del Medio Rural y Enología. Universidad Politécnica de Valencia.
Selección de estudios sobre la comparativa de los alimentos ecológicos frente a los no ecológicos.
Las cifras son claras: las manzanas ecológicas poseen más minerales, más antioxidantes y son más dulces que las no ecológicas. Además, te las puedes comer tranquilamente con piel, donde se concentran la mayor parte de sus nutrientes, porque se cultivan sin pesticidas ni herbicidas.
Nutricionalmente hablando la manzana es una fruta completísima. Su carga nutritiva aumenta considerablemente cuando su origen es ecológico y resulta muy importante desde el punto de vista mineral. Así, las manzanas ecológicas pueden poseer un 49% más de calcio que las no ecológicas, un 42% más de zinc, un 16% más de fósforo, un 9% más de hierro y también un 8.3 % más de potasio, un mineral que interviene en la actividad muscular y en la transmisión y generación del impulso nervioso (figura 1).
Es diurética y depurativa, protege el sistema digestivo, reduce el colesterol… Entre sus numerosas propiedades sobresale su gran poder antioxidante, fruto de su riqueza en polifenoles (catequina y quercetina), que neutralizan los radicales libres y previenen el riesgo cardiovascular.
En las manzanas ecológicas, la concentración de sustancias polifenólicas es un 20% superior que en las no ecológicas (figura 2), un hecho que se refleja claramente en el mayor oscurecimiento de la pulpa: cuando los polifenoles entran en contacto con el oxígeno se produce una reacción química y se oxidan, provocando que la pulpa se oscurezca (figura 3)
Estamos ante una fruta con un 85% de agua y apenas 59 kcal por 100 g que destaca por su extraordinario sabor algo ácido, pero también muy dulce a causa de su abundancia en fructosa (el azúcar de la fruta). En este punto, el tipo de cultivo influye en la concentración de azúcares y, por tanto, en el sabor final. Las manzanas de cultivo ecológico concentran un 53% más de azúcares que las no ecológicas, lo que hace que sean muchísimo más sabrosas (figura 4).
Los fitosanitarios utilizados en agricultura no ecológica son persistentes y difíciles de eliminar solo con agua y lo mismo ocurre con algunos de los productos de encerado usados para embellecer el aspecto externo de las manzanas no ecológicas, que también son perjudiciales para la salud. En cambio, las manzanas ecológicas están libres de pesticidas y residuos químicos, por lo que puedes comértelas tranquilamente sin pelar y beneficiarte de los muchos nutrientes que se acumulan en su piel.
Una manzana con piel aporta un 29% más de calcio, un 28% más de fósforo, un 16.4% más de potasio y un 12% más de proteína que una pelada (Raigón, 2007). Asimismo, entre la piel y la pulpa se localizan las pectinas, unas beneficiosas sustancias de fibra soluble que regulan el tránsito intestinal y son recomendables en casos de colitis, diarrea y gastroenteritis (tabla 1).
Nutriente | Manzana con piel | Manzana sin piel |
Potasio | 152.31 | 127.32 |
Calcio | 36.02 | 25.48 |
Fósforo | 14.11 | 10.14 |
Proteína | 0.17 | 0.15 |
Fuente: M. D. Raigón – Dto. Química de la Escuela Técnica Suprior del Medio Rural y Enología. Universidad Politécnica de Valencia.
Selección de estudios sobre la comparativa de los alimentos ecológicos frente a los no ecológicos.
El vino ecológico se diferencia del no ecológico en dos aspectos fundamentales: posee menos sulfitos y más sustancias antioxidantes, concretamente un 11% más de polifenoles y un 26% más de taninos. Todo ello, gracias a un cultivo ecológico del viñedo y a una elaboración natural que respeta las tradiciones.
Fruto de la fermentación alcohólica de la uva fresca o del mosto, cada vino tiene una personalidad propia que viene marcada por el terruño, la variedad, el clima, las técnicas de cultivo, los sistemas de elaboración, etc (Guillaume, 2004). El viñedo ecológico se maneja e forma tradicional y están prohibidos los herbicidas y los tratamientos químicos. Así, la extracción se realiza mediante métodos mecánicos de prensado que no desgarran las partes sólidas del racimo.
La concentración y variedad de los compuestos fenólicos depende de numerosos factores: clima, cosecha, maceración, proceso de envejecimiento…, aunque es la uva la que aporta los principales polifenoles. Así, tras analizar las concentraciones de polifenoles totales en vinos ecológicos y no ecológicos de idéntica categoría, observamos que el ecológico presenta un 11% más por cada 100 ml (figura 1).
En cuanto a los taninos, que son otra forma de polifenol natural, se encuentran en las plantas, las semillas, las cortezas, las hojas y la piel de las uvas, pero también proceden de la madera, ya que esta cede al vino cantidades apreciables de taninos y esencias propias de su composición. La figura 2 muestra el porcentaje de taninos en vinos ecológicos y no ecológicos procedentes de la misma categoría y bodega, quedando patente que las técnicas ecológicas proporcionan casi un 26% más de estas sustancias antioxidantes.
Figura 1. Nivel de polifenoles totales en vinos ecológicos y no ecológicos.
Figura 2. Porcentaje de taninos en vinos ecológicos y no ecológicos.
MÁS INFORMACIÓN
Diario Oficial de la Unión Europea L 71 del 9.3.2012: 42-47.
Guillaume, G. 2004. Bases científicas y tecnológicas de la enología. Acribia, Zaragoza. 238 pp.
Ivanov, V.; Carr, A.C.; Frei, B. 2001. Red Wine Antioxidants Bind to Human Lipoproteins and Protect Them from Metal Ion-Dependent and -Independent Oxidation. J. Agric. Food Chem., 49 (9): 4442–4449.
Martínez-Flórez, S.; González-Gallego, J.; Culebras, J.M.; Tuñón, M.J. 2002. Los flavonoides: propiedades y acciones antioxidantes. Nutr. Hosp., XVII (6): 271-278.
Papazian, R. 1996. Sulfites: safe for most, dangerous for some. FDA Consumer Magazine, 30: 10-15.
Raigón, M.D. 2007. Los alimentos ecológicos: Calidad y salud. Ed. SEAE/Junta de Andalucia. 192 pp.
Vally, H.; Carr, A.; El Saleh, J.; Thompson, P. 1999. Wine-induced asthma: A placebo-controlled assessment of its pathogenesis. Journal of Allergy and Clinical Immunology, 103: 41-46.
Cuando se compara la carne de pollo ecológico con la de no ecológico, la primera no solo resulta más tierna y jugosa, sino que atesora una mayor cantidad de minerales y grasa saludables. El motivo de esas importantes diferencias es la manera en cómo se crían y alimentan los animales.
La avicultura ecológica selecciona razas de crecimiento lento, cuyo tiempo de desarrollo dobla el de los pollos no ecológicos. Estos últimos son sacrificados a los 35-50 días de vida, mientras que los ecológicos se sacrifican a partir de un mínimo de 80 días. Así se consigue que la grasa se infiltre en la carne de manera natural, razón por la cual es mucho más melosa que la no ecológica y queda muy jugosa cuando se cocina a la plancha.
Los pollos ecológicos viven en gallineros perfectamente ventilados, con luz natural, superficies de corral y salidas a patios exteriores con acceso a pasto fresco para que los animales decidan si quieren estar dentro o afuera. En cambio, los no ecológicos suelen criarse en grandes naves iluminadas artificialmente y con movilidad muy reducida, ya que conviven un gran número de aves. Los pollos ecológicos no toman antibióticos y apenas enferman –la libertad de movimiento es clave para romper los ciclos de posibles parásitos y mantener el sistema inmunitario en perfecto estado– y si llega el caso se curan con tratamientos alternativos.
Además del pienso elaborado con cereales ecológicos, los pollos ecológicos también picotean por el terreno, un valor añadido de gran importancia para su correcto desarrollo. Por su parte, los animales no ecológicos se alimentan con formulaciones industriales hechas de cereales de origen transgénico (maíz y soja), suplementos de minerales y proteína proveniente de harinas de pescado, sangre y carne.
Como consecuencia de la cría natural, la carne de pollo ecológico es tierna y rica en nutrientes. De hecho, si comparamos 100 gramos de pechuga de pollo ecológico con 100 gramos de pechuga de pollo no ecológico, constatamos que el primero tiene un 4% más de proteína y un 54% más de minerales. Y al comparar la carne del muslo, comprobamos que el muslo de pollo ecológico aporta un 10% más de proteína y un 46% más de minerales (tabla 1). Igualmente, la cantidad de materia seca es superior en el caso del pollo ecológico, lo que implica que posee un menor contenido en agua; de ahí que la carne de pollo no ecológico se encoja al cocinarse y suelte una gran cantidad de líquido.
Cuando hablamos de grasas saludables, la carne ecológica sale ganando una vez más: la pechuga de pollo ecológico atesora un importante 37,37% de ácidos grasos monoinsaturados (las grasas buenas). La causa es que la calidad de los ácidos grasos va ligada a la alimentación del animal y por ello la pechuga de pollo no ecológico posee un 36,1% de ácidos grasos poliinsaturados, debido a la presencia de harinas de pescado en el pienso que toman las aves (figura 1).
Fuente: M. D. Raigón – Dto. Química de la Escuela Técnica Suprior del Medio Rural y Enología. Universidad Politécnica de Valencia.
Selección de estudios sobre la comparativa de los alimentos ecológicos frente a los no ecológicos.
Los cítricos, como naranjas, mandarinas, limones, limas y pomelos, son conocidos por su alto contenido en vitamina C. Por este motivo, además de ser más dulces y jugosas que las no ecológicas, las naranjas y mandarinas ecológicas ecológica pueden ofrecer hasta casi un 30% más de esta vitamina.
Hemos comparado dos variedades de naranjas (navelina y Newhall) y mandarinas (Okitsu y clemenules), ecológicas y no ecológicas. En todos los casos, la vitamina C es más alta en las frutas ecológicas: la naranja navelina atesora un 15% más; la naranja Newhall, un 13%; las mandarinas Okitsu acumula un 26%, y las mandarinas clemenules, un 29% más.
La vitamina C es un antioxidante esencial que juega un papel crucial en el mantenimiento del tejido conectivo, huesos y cartílagos. También es fundamental para regular el metabolismo celular y fortalecer el sistema inmunológico.
El peso de los cítricos es un indicador de calidad, porque los más pesados contienen más zumo. Las naranjas y mandarinas ecológicas generalmente pesan más, con excepción de la naranja navelina, y tienen una corteza más delgada, lo que se traduce en una mayor fracción de zumo y de pulpa.
Por otro lado, si nos fijamos en el color de la piel, hay piezas ecológicas que, aun estando maduras, conservan partes verdosas, debido a que en ecológico están prohibidos los tratamientos de desverdización, que son habituales en la agricultura no ecológica.
Al analizar la densidad del zumo de la naranja, se descubre que, salvo en las mandarinas Okitsu, el de las frutas ecológicas es más denso y dulce, ya que tiene más vitaminas y azúcares que los no ecológicos, que suelen ser más ácidos.
Igualmente, los zumos ecológicos también ostentan contenidos minerales superiores y, si nos centramos en la pulpa, las naranjas navelina ecológicas son las que acumulan un contenido mineral más elevado.
Aun así, recuerda que siempre es recomendable consumir la pieza entera antes que solo su zumo: la fruta entera es de mayor riqueza nutricional porque la mayor concentración de nutrientes se encuentra entre los segmentos del fruto. En concreto, el zumo de naranja solo tiene aproximadamente un 25% de la vitamina C de la pieza.
Las prácticas de cultivo de cítricos ecológicos reducen la contaminación ambiental, al evitar el uso de fertilizantes y pesticidas de síntesis química, al tiempo que respetan los suelos e incrementan la biodiversidad, a diferencia de las no ecológicas, que usan en exceso los abonos nitrogenados, lo que conduce a niveles de nitratos muy por encima de los límites permitidos legalmente en varias comarcas españolas productoras de estas frutas.
Fuente: Raigón Jiménez, M.ª Dolores (2020). Manual de la Nutrición Ecológica. De la molécula al plato. (pp. 431-439). Valencia, Sociedad Española de Agricultura Ecológica.
Selección de estudios sobre la comparativa de los alimentos ecológicos frente a los no ecológicos.
Aunque es importante consumirlo con moderación, el chocolate es un auténtico placer para los sentidos: suave, dulce y reconfortante. Sin embargo, si además es ecológico, se convierte en una opción mucho más interesante.
El proceso de fabricación del chocolate implica la mezcla de azúcar con pasta de cacao y manteca de cacao. A partir de esta combinación básica, se elaboran distintos tipos de chocolate con diferentes porcentajes de cacao, algunos mezclados con otros ingredientes, como leche, frutos secos y semillas, entre otros. Es un alimento muy energético que posee fibra, minerales, proteínas y vitaminas. Su efecto más conocido es la sensación de placer que produce debido al triptófano, el promotor de la serotonina.
En el caso del chocolate ecológico, las materias primas provienen de cultivos más sostenibles y están libres de pesticidas y fertilizantes de síntesis química.
Además, el chocolate ecológico se elabora con ingredientes como la manteca de cacao, que contiene ácidos grasos saludables, y no se permite el uso de mantequilla de cacao refinada ni de grasas vegetales diferentes a la manteca de cacao. Por otro lado, aporta hasta el triple de hierro y es mucho más rico en antioxidantes que el no ecológico.
El cacao puro tiene un alto contenido de nutrientes y polifenoles, compuestos con potentes propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. Estos componentes ayudan a proteger el sistema circulatorio y favorecen la salud cardiovascular.
Al comparar el contenido de polifenoles entre el chocolate ecológico y el no ecológico, los resultados son claros. El chocolate ecológico, incluso con un menor porcentaje de cacao, contiene un nivel más alto de estos compuestos. Por ejemplo, 100 g de chocolate ecológico con un 72% de cacao poseen 1.143 mg de polifenoles, es decir, un 19% más que el no ecológico. Esta misma tendencia se muestra en los valores de la capacidad antioxidante total, que evidencian una mayor fracción antioxidante del chocolate de producción ecológica.
El chocolate ecológico es también una excelente fuente de minerales para el organismo. Entre ellos destacan el hierro y el potasio, dos nutrientes esenciales para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. El hierro, fundamental para el transporte de oxígeno a través de la sangre, se encuentra en niveles mucho más altos en el chocolate ecológico. De hecho, 100 gramos de este chocolate aportan casi el triple de hierro que el chocolate convencional, cubriendo el 54% de la ingesta diaria recomendada, frente al 18% del chocolate no ecológico.
El potasio, por su parte, es crucial para la prevención de enfermedades cardiovasculares y la regulación de la presión arterial. El chocolate ecológico contiene un 83,75% más de potasio que su versión convencional. En este sentido, 100 gramos de chocolate ecológico representan el 15,6% de la dosis diaria recomendada de potasio, mientras que el no ecológico apenas cubre el 8,5%.
El chocolate ecológico no solo es más sabroso y aromático, sino que también ofrece importantes beneficios para la salud. Con más contenido de minerales y antioxidantes y con menos grasas perjudiciales, es la opción ideal para quienes buscan disfrutar con moderación de un dulce sin comprometer su bienestar. Así que la próxima vez que quieras consentirte, eligelo ecológico: un placer delicioso que además te cuida.
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El origen de la leche marca las diferencias entre ambos tipos de yogures, el yogur ecológico y el yogur no ecológico. Cuando el yogur ecológico proviene de ganaderías ecológicas, adquiere mayor cremosidad, un aporte proteico superior y un mejor perfil nutricional
A los efectos saludables del yogur, se unen sus beneficios sobre la flora intestinal gracias a que las bacterias que contiene son capaces de convertir la lactosa de la leche en ácido láctico, un ácido que imposibilita el crecimiento de bacterias dañinas en el intestino, derivadas de la descomposición de los alimentos. Asimismo, los nutrientes del yogur se asimilan y se aprovechan mejor que los de la leche, debido a la fermentación producida por las bacterias ácido-lácticas.
Entre sus principales beneficios destaca su capacidad de generar tolerancia a la lactosa, a causa de su contenido en probióticos, y de regenerar la flora intestinal, que puede verse afectada negativamente por una mala alimentación, infecciones y el uso excesivo de antibióticos. Además, ayuda a prevenir y mejorar los síntomas de la diarrea, fortalece el sistema inmunológico, contribuye a reducir los niveles de colesterol en la sangre y mejora la cantidad, disponibilidad y digestibilidad de algunos nutrientes de la dieta.
Los valores nutricionales (tabla 1) dependen de la procedencia de la leche y del modelo de producción, ya sea ecológico o no ecológico. Las diferencias en el valor energético y en los niveles de grasa se deben a que, en el caso del producto no ecológico, se usa leche parcialmente desnatada. Así, mayores niveles de lípidos y proteínas presentes en la leche ecológica tienen un impacto directo en la consistencia y textura del yogur, que resulta más denso.
La densidad del yogur ecológico es de 1.103 g/mL, mientras que la del no ecológico es de 1.046 g/mL. El hecho de que el lácteo ecológico sea un 5.4% más denso hace que su textura sea muy cremosa, frente al paladar gelatinoso del producto no ecológico.
Las desigualdades en los niveles de proteínas también influyen en los aspectos nutricionales; por eso es importante destacar que el yogur ecológico atesora un 42.8% más de este nutriente esencial: 100 g de yogur ecológico poseen 5 g de proteína, mientras que el no ecológico contiene 3.5 g. El contenido promedio de un envase habitual es de 125 g, lo que eleva los niveles de proteína por envase a 6.25 g para el yogur ecológico y a 4.375 g para el no ecológico.
En cuanto a la fracción mineral, el yogur es una fuente importante de calcio, magnesio, fósforo y potasio, existiendo disimilitudes en función del origen de la leche y, por lo tanto, del yogur. Por ejemplo, el ecológico aporta un 16% más de potasio en comparación con el no ecológico (figura 1).
Fuente: M. D. Raigón – Dto. Química de la Escuela Técnica Suprior del Medio Rural y Enología. Universidad Politécnica de Valencia.
Selección de estudios sobre la comparativa de los alimentos ecológicos frente a los no ecológicos.
Las fresas ecológicas se cultivan sin pesticidas ni sustancias químicas. Tienen una mayor actividad antioxidante, más cantidad en vitamina C y una concentración de polifenoles un 29% superior a las no ecológicas.
Además de sus excelentes características organolépticas, la fresa también tiene una muy buena composición nutricional, marcada por un alto contenido en vitamina C y, en menor medida, por vitaminas del grupo B.
Encuentra fresas ecológicas en nuestra tienda online.
Es importante recordar que la fresa se consume directamente sin eliminar partes superficiales, por lo que la presencia de productos químicos con acción toxicológica podría causar efectos nocivos sobre la salud.
Una de las razones de peso que justifican el consumo de fresas ecológicas es, por supuesto, la no presencia de productos plaguicidas, pero no es la única, ya que la composición nutricional es también mucho más rica.
En un estudio (Reganold et al. 2010) realizado en California de tres variedades de fresas tanto ecológicas como no ecológicas, las fresas ecológicas presentaron mayor contenido en materia seca, mayor firmeza mayor actividad antioxidante, mayor contenido polifenólico, mayor contenido en vitamina C y mayor contenido en antocianinas.
Fuente: M. D. Raigón – Dto. Química de la Escuela Técnica Suprior del Medio Rural y Enología. Universidad Politécnica de Valencia.
Selección de estudios sobre los beneficios de lo productos ecológicos.
Algunos de los principales criterios en los que nos basamos cuando vamos a comprar huevos son la frescura, la seguridad, la forma en que están criadas las gallinas y el impacto ambiental. Los huevos ecológicos proceden de gallinas criadas en espacios amplios y con acceso al aire libre, además de alimentarse con piensos ecológicos, prácticas que hacen que los huevos tengan una mayor calidad y riqueza nutricional.
Los factores que influyen en la calidad del huevo son muy diversos y los más importantes son la estirpe de la gallina ponedora, el tipo de cría y su alimentación; las gallinas ISA Brown son de las más empleadas, tanto en la producción no ecológica como en la ecológica. Por ello, hemos analizado los huevos ecológicos de dicha estirpe para ver la diferencia entre ambos huevos.
Los huevos ecológicos tienen una clara más espesa y aglutinada, ya que contienen un 23% más de índice de albumen denso; en cambio, la clara procedente de los no ecológicos se dispersa más y se expande en la ruptura del huevo (tabla 1).
PARÁMETRO | TIPO DE PRODUCCIÓN | VALOR PROMEDIO |
Índice de albumen denso | No ecológico Ecológico | 0.21 0.32 |
Porcentaje de albumen denso | No ecológico Ecológico | 57.35 59.55 |
Índice de color de la yema | No ecológico Ecológico | 2.84 1.39 |
Color de la yema (escala de La Roche) | No ecológico Ecológico | 12.19 9.74 |
Por lo tanto, los de producción ecológica presentan un albumen más compacto, que proporciona una mayor calidad al huevo (imagen 1).
En los huevos ecológicos la yema está muy centrada, tiene una forma semiesférica, es más consistente y es de un tono amarillo pálido (imagen 2). El método más extendido para medir el color de la yema es la escala de La Roche, que consiste en contrastar su tono con un abanico de colores que van en escala creciente desde el amarillo pálido hasta el naranja rojizo. A través de este sistema, vemos que los huevos no ecológicos son los que tienen la yema más pigmentada.
El color del huevo depende de la ingesta de xantofilas que consumen las gallinas a través de la dieta. Estas pueden ser naturales, presentes en los cereales, o artificiales, como la cantaxantina, una xantofila sintética que se añade al pienso de las gallinas no ecológicas y cuya concentración debe ser restringida, ya que los suplementos en b-carotenos pueden provocar problemas en la salud. Por eso, en la formulación del pienso ecológico está prohibida la suplementación con cantaxantina y, en general, con pigmentos artificiales.
En este sentido, la diferencia en el color de las yemas es debida a la presencia de colorantes en la dieta de las gallinas del sistema no ecológico, hecho que pone de manifiesto la calidad y el mayor valor biológico de los huevos ecológicos (tabla 1). La suplementación de los piensos con este compuesto, no permitido en avicultura ecológica, proporciona un 18% más de carotenoides a los huevos no ecológicos (tabla 2).
Las gallinas de avicultura ecológica producen huevos con menor contenido en humedad y mayor concentración mineral –hierro, fósforo, zinc, sodio, selenio, magnesio y calcio– porque ingieren más minerales a través del pienso ecológico y la tierra y pequeñas piedras que picotean en los patios exteriores.
En relación con su aporte de lípidos, los ecológicos poseen una menor proporción en grasa; además, su perfil lipídico es más saludable porque tienen una fracción superior de ácidos grasos poliinsaturados y un porcentaje inferior de ácidos grasos saturados y monoinsaturados que los no ecológicos (tabla2).
PARÁMETRO | TIPO DE PRODUCCIÓN | VALOR PROMEDIO |
Humedad (%) | No ecológico Ecológico | 76.03 74.32 |
Contenido mineral (%) | No ecológico Ecológico | 0.94 1.02 |
Contenido en grasa (%) | No ecológico Ecológico | 8.83 6.27 |
Contenido en proteïnes (%) | No ecológico Ecológico | 10.18 8.59 |
Carotenoides en la yema (μg/g) | No ecológico Ecológico | 3912 2727 |
Por otro lado, la razón de que el huevo no ecológico aporte más proteínas es porque la dieta de las gallinas no ecológicas se suele suplementar con aminoácidos, una práctica no autorizada en avicultura ecológica.
A partir de la puesta, los huevos sufren un intercambio gaseoso con la atmósfera, lo que provoca el crecimiento de la cámara de aire y, consecuentemente, la disminución de la calidad interna. La cámara de aire de los no ecológicos crece mucho más rápido que la de los ecológicos, por lo que estos últimos ofrecen una mayor confianza y calidad alimentaria. La fecha aproximada de consumo preferente que marca la legislación es de tres o cuatro semanas, mientras que en el caso del huevo no ecológico no sería recomendable su consumo pasado ese tiempo.
La normativa de comercialización exige, desde enero de 2004, que los huevos lleven un código que informe sobre el origen del producto. En este sentido, se identifican cuatro tipos de cría que aparecen en el código impreso del huevo con los dígitos 0, 1, 2 y 3.
Fuente: M. D. Raigón – Dto. Química de la Escuela Técnica Suprior del Medio Rural y Enología. Universidad Politécnica de Valencia.
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