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Los germinados son brotes llenos de energía y vitalidad y su excepcional cantidad de nutrientes los hace indispensables en una dieta sana. Además, aportan textura y sabor a numerosos platos. Hacerlos en casa es más fácil de lo que parece y sólo se necesitan semillas de buena calidad, un germinador y agua.
Durante el germinado, la cantidad de vitaminas y de enzimas aumenta considerablemente. Al mismo tiempo, los almidones se transforman en azúcares simples, las proteínas se convierten en aminoácidos y péptidos y las grasas mudan en ácidos grasos libres. Por lo tanto, el proceso predigiere los nutrientes de la semilla (haciéndola más fácil de asimilar y de metabolizar) y hace que sus antinutrientes se conviertan en supernutrientes.
El proceso de germinación es fácil de llevar a cabo, aunque las primeras veces podamos tener fracasos que nos desanimen a continuar. Por ello, es muy importante prestar atención a cada uno de los detalles.
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Adelgazar y mantenerse en el peso deseado puede ser más fácil gracias a los principios de la macrobiótica. Por regla general, los que siguen esta dieta están en su peso, ya que además de seguir una alimentación simple, sana y equilibrada, evitan las grasas saturadas y los azúcares simples.
Compuesta básicamente de cereales integrales naturales de origen ecológico, la dieta macrobiótica no se basa en reglas rígidas (al contrario de lo que mucha gente piensa), sino en criterios generales que cada uno tiene que adaptar a sus circunstancias particulares. De hecho, más que un régimen de adelgazamiento, la macrobiótica consiste en una concepción de vida que integra alimentación equilibrada, salud y espiritualidad.
Una comida macrobiótica tiene hasta un 10% de fibra. Perla Palacci, autora del libro «Macrobiótica para todos», indica que esta dieta no solo nutre de forma equilibrada, sino que también tiene un gran poder saciante. Como consecuencia, se produce un cambio en el metabolismo, hecho que suele traducirse en un adelgazamiento progresivo y equilibrado que ayuda al cuerpo a eliminar los residuos que no necesita a la vez que se gana energía y vitalidad.
A diferencia de las dietas de adelgazamiento habituales, altas en proteínas y bajas en carbohidratos, en la macrobiótica los hidratos de carbono completos constituyen entre el 40 y el 60% del total de la ingesta, un hecho que reduce el deseo de dulces y de otros alimentos que engordan.
Si hay sobrepeso, siguiendo este régimen de forma controlada puede haber una pérdida aproximada de medio kilo a un kilo por semana. Además, es recomendable hacer 4 o 5 ingestas diarias, masticar muy bien, estar activo físicamente y mantener una actitud mental alegre y positiva.
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Según la macrobiótica, la base de una alimentación equilibrada la constituyen principalmente los cereales, ya que son una fuente de energía imprescindible.
Si revisamos la alimentación de nuestros antepasados veremos que tiene muchos puntos con la pirámide alimentaria de la macrobiótica. Una manera de comer que nos remite a los tiempos en que se comía, mayoritariamente, cereales integrales, verduras, hortalizas y frutas.
Según la macrobiótica, la base de una alimentación equilibrada la constituyen principalmente los cereales como elemento equilibrador, ya que su equilibrio yin y yang es el que más se aproxima al de nuestro organismo. En este sentido, los cereales tendrían que representar aproximadamente la mitad del total de la ingesta calórica diaria, ya que son una fuente de energía imprescindible.
Desde el punto de vista energético, los cereales son las semillas de la planta y, por tanto, tienen la capacidad de generar vida. Cuando el grano no es integral, o está aplastado en forma de harina, conserva una parte de sus nutrientes, pero ya no será capaz de crear una nueva planta.
En el contexto de una dieta macrobiótica lo recomendado es que los cereales integrales sean de cultivo ecológico, porque la gran cantidad de pesticidas que utiliza el cultivo no ecológico se acumulan la cáscara y el germen. Por tanto, cuando consumimos cereales integrales de origen ecológico nos aseguramos de que las sustancias de síntesis no lleguen a nuestro organismo.
La dieta macrobiótica aconseja comer los cereales (centeno, trigo sarraceno, mijo, avena, centeno, trigo…) en su versión integral, ya sean cocidos, hervidos o guisados, aunque también puedes incluir productos derivados, que van desde las sémolas y la pasta hasta las galletas de harina integral. Descubre las técnicas de cocina del mijo, el trigo sarraceno y la quinoa, para mantener intactos sus beneficios nutricionales.
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Comer cereales en grano de manera regular nos asegura un buen nivel de energía y vitalidad gracias a sus beneficios nutricionales.
Los expertos recomiendan el consumo de cereales integrales. Se puede hacer en forma de granos enteros o bien en formas procesadas, como los copos, las sémolas o las harinas, pero la unidad energética y la vitalidad del grano entero es incomparable a la de una harina.
El rasgo diferencial de los cereales en grano integrales es que conservan sus tres componentes (salvado, endospermo y germen), manteniendo los nutrientes propios de cada uno de ellos. Además, resultan muy sabrosos y permiten múltiples opciones en la cocina.
Antes de consumir cualquier cereal o pseudocereal en grano es imprescindible dejarlo en remojo, lavarlo bien y, finalmente, cocerlo en abundante agua con laurel o un trozo de alga kombu. El objetivo es eliminar las sustancias protectoras que actúan como antinutrientes en el intestino y dificultan la asimilación de algunos minerales.
El arroz es uno de los cereales más consumidos en el mundo gracias a su versatilidad y a sus diferentes variedades: basmati, redondo, largo… Recuerda que el arroz rojo no es propiamente arroz y que el arroz negro, conocido como nerone, posee cuatro veces más hierro que el resto de arroces y mucha fibra.
El mijo es uno de los cereales más antiguos. Procede de África central y está siendo redescubierto en Occidente. Rico en hierro y magnesio, el mijo es un cereal muy energético según la medicina china.
Se encuentra entre los pocos cereales sin gluten, lo que resulta muy interesante para las personas celíacas, y se recomienda consumirlo con regularidad, entre una y cuatro veces por semana.
Puede servir de base para recetas dulces (flan de mijo con manzana y canela) o saladas (croquetas de mijo y verduras o pastel de mijo con bacalao y coliflor), y para potenciar su sabor hay que tostarlo ligeramente antes de hervirlo.
Ambos quedan muy bien en ensalada y son ideales para rellenar verduras. El cuscús es una sémola fina, facilísima de preparar, mientras que la sémola del bulgur es más gruesa. Siempre que sea posible, elige las versiones integrales para garantizar el aporte de vitaminas del grupo B y minerales.
Aunque suelen tomarse en copos, es recomendable consumir avena y cebada en grano. La avena destaca por su alto contenido en proteínas y en un tipo de fibra que disminuye la absorción del colesterol a nivel intestinal; y la cebada atesora una gran cantidad de minerales (potasio, magnesio, calcio, hierro y fósforo) y oligoelementos (selenio, zinc, manganeso y cobre), lo que la convierte en un alimento magnífico en caso de estados carenciales.
La espelta aporta los ocho aminoácidos esenciales, una cuestión de especial importancia para todos aquellos que no comen carne, ya que no obtienen aminoácidos de productos animales.
El centeno es muy energético y mineralizador y se aconseja en casos de arteriosclerosis e hipertensión arterial porque favorece la circulación de la sangre, da elasticidad a los vasos sanguíneos y regenera los capilares frágiles.
El maíz es un cereal que contiene betacaroteno, un antioxidante que combate el envejecimiento y protege la piel, los ojos y las vías respiratorias. Además, no contiene gluten.
Como es rico en hidratos de carbono de absorción lenta, nos aporta energía durante todo el día y eso lo hace adecuado para niños y deportistas. Su fibra favorece la digestión y reduce el colesterol, mientras que las vitaminas del grupo B tonifican el sistema nervioso.
Son pseudocereales, lo que significa que botánicamente no son cereales, pero sí que comparten muchas propiedades, aunque suelen ser más proteicos y antioxidantes. Tanto la quinoa como el trigo sarraceno están libres de gluten, tienen un bajo índice glucémico y se consideran superalimentos porque poseen proteínas de alta calidad y aminoácidos esenciales.
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