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En nuestra sociedad comemos, de media, tres veces al día. Esto significa que al menos tres veces cada día decidimos, conscientemente o no, cómo alimentamos y damos energía a nuestro cuerpo, y qué modelo económico y societario es el que queremos beneficiar para alimentarnos durante el año. Actuar y ser conscientes sobre ello es un buen propósito para el 2025.
Y es que la alimentación es un tema que no podemos tomarnos a la ligera. Es uno de los pilares fundamentales del bienestar individual y eje vertebrador de nuestra sociedad. Cada cucharada que damos, cada producto que escogemos, es una declaración de cómo nos cuidamos y de cómo entendemos nuestra salud y nuestro entorno. Pero, como siempre, es importante que no vayamos a los extremos: tanto la desatención como la obsesión pueden ser perjudiciales.
Y hay que tener presente que la comida no llega al plato por arte de magia. Cada alimento forma parte de un sistema que conecta agricultores, distribuidores y consumidores, influido por factores sociales, económicos y ambientales.
Con este contexto en mente, hacemos unas reflexiones sobre elementos que pueden ser interesantes a tener en cuenta para este año 2025:
La alimentación ecológica ha ido ganando protagonismo, pero con esa popularidad también llega la presión para aumentar la producción. ¿Cómo podremos escalar sin perder la esencia? Ésta es una de las grandes cuestiones para el futuro del sector.
Para mantener sus prácticas sostenibles, los agricultores necesitan recursos y acceso a tecnología que les permitan ser más eficientes sin comprometer la calidad de los productos. Además, resulta esencial encontrar un equilibrio entre crecimiento y conservación del medioambiente. Aquí cada decisión cuenta: desde el uso de fertilizantes orgánicos hasta la forma de gestionar el agua.
Uno de los obstáculos más evidentes para mucha gente todavía hoy en día es el precio. A menudo, los alimentos ecológicos son más caros, lo que limita el acceso a un público más amplio. Para muchas personas, optar por productos ecológicos no es solo una cuestión de elección, sino de poder adquisitivo.
Será importante trabajar en estrategias para reducir los costes, mejorar la logística y la distribución, fomentar la producción local o apoyar a los pequeños productores y otros tipos de prácticas agrícolas, como la permacultura, los cultivos intercalados u otras técnicas más innovadoras como la hidroponía y los cultivos verticales. También debería promoverse políticas públicas que incentiven el consumo sostenible, por ejemplo, reduciendo impuestos a los productos ecológicos o estableciendo subsidios para favorecer su producción.
Otro desafío es la variabilidad en los estándares de certificación entre regiones. Esto puede generar confusión tanto para productores como para consumidores. Si queremos un mercado ecológico fuerte y fiable, es imprescindible establecer normas claras y unificadas.
Simplificar los procesos de certificación también puede ayudar a más agricultores a unirse al movimiento ecológico. Esto no solo ayudaría a aumentar la oferta, sino que también diversificaría el mercado, favoreciendo una alimentación más accesible y justa.
El cambio climático ya no es una amenaza futura, sino una realidad que afecta directamente a la agricultura. Fenómenos como sequías, inundaciones o plagas ponen en riesgo las cosechas, especialmente en sistemas agrícolas que dependen mucho del clima.
Adoptar prácticas resilientes, como la agroecología o la agricultura regenerativa, son esenciales para afrontar estos desafíos.
Y, seguramente, el factor primordial será la recuperación del suelo, uno de los elementos más degradados de la corteza terrestre, clave para que la tierra pueda seguir generando alimentos ricos en nutrientes para la nuestra y las futuras generaciones.
El camino hacia 2025 está lleno de retos, pero también de oportunidades. Con colaboración, educación e innovación, podemos avanzar hacia un sistema alimenticio más sostenible y justo. Cada elección que hacemos como personas cuenta. Al fin y al cabo, el futuro de nuestra alimentación y del planeta comienza con lo que elegimos poner en el plato en cada momento.
Texto: Guillem Bargalló, emprendedor social y especialista en
marketing sostenible. Fundador de El bien Social.
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