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Crudo o cocinado, el tomate forma parte de numerosos platos saludables, ya sea como ingrediente principal o como base de salsas, sofritos, caldos… Para preservar mejor su aroma, debe guardarse fuera de la nevera, en un lugar oscuro y ventilado.
Con el buen tiempo arranca la temporada natural de tomates. Es en este período cuando son más sabrosos y más apetecen los gazpachos y salmorejos, dos entrantes refrescantes y veraniegos por excelencia.
Estamos ante una fruta rica en vitamina C y licopeno, un pigmento antioxidante responsable de su color y de sus propiedades cardioprotectoras, antinflamatorias y antienvejecimiento. Recuerda que la disponibilidad del licopeno es mayor si se consume el tomate cocinado y que, al ser una sustancia soluble en grasa, se asimila mejor cuando se toma con aceite de oliva virgen extra.
Para disfrutar del sabor de las piezas más maduras en ensalada:
Aprovecha las pieles para hacer un caldo con alga kombu, pieles de cebolla, tallos de apio y restos de verduras. También es ideal para cocinar arroces, sopas, guisos o cremas.
El tomate resulta imprescindible para cocinar el famoso ratatouille, donde se combina con hortalizas de verano, como el calabacín y la berenjena. Con pimiento, ajo y cebolla se elabora el pisto, la chanfaina o la fritada aragonesa, que también incluye patatas y se suele acompañar con bacalao desmigado o jamón serrano o un huevo frito o poché. Prueba a sustituir el bacalao y el jamón por unos dados de tofu ahumado horneados o un tempeh a la plancha o en escabeche.
Cuando están verdes son ideales para añadir a tus fermentados caseros o para prepara un encurtido con vinagre de manzana, pimienta, hojas de albahaca y dientes de ajo enteros.
Si te apetecen unos tomates verdes fritos, como los de la película, rebózalos con pan rallado o harina de maíz, leche o bebida vegetal, y fríelos en aceite de coco. Sírvelos acompañados con una salsa de yogur, pepino, menta y cilantro fresco.
Cuando están muy maduros y son de una variedad sin pepitas, resultan ideales para hacer salsas, que puedes enriquecer con zanahoria, cebolla, remolacha y ajo y condimentar con comino, pimienta, orégano o laurel. También puedes hacer una deliciosa mermelada con azúcar integral de caña, azúcar de coco u hojas de estevia en polvo, zumo de limón y, si te atreves, una pizca de jengibre. ¡Perfecta para acompañar desde un bizcocho hasta unos quesos curados!
Texto: Alf Mota, ecochef y profesor de cocina saludable.
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