Cocinar es un acto fundamental para seguir una dieta sana y conectar más y mejor con nuestro entorno.

No hace tanto, los conocimientos culinarios se transmitían de generación en generación por razones de supervivencia. Hoy en día las cosas han cambiado y nadie se morirá de hambre por no saber preparar un plato, pero la cadena de transmisión se ha roto.
El arte de cocinar se está perdiendo.
El acto de cocinar es intrínseco a nuestra especie, ya que une en un solo proceso las mejores características del ser humano: es el resultado de un acto colectivo que, a lo largo de la historia, ha cohesionado culturas y sociedades enteras. Cocinar, como dice el primatólogo Richard Wrangham en su libro Catching Fire, es lo que nos diferencia como especie de otros animales, por tanto, es lo que
define nuestra humanidad. Ha sido fundamental para sobrevivir y consolidar nuestra inteligencia.
Además, muchos estudios apuntan que saber cocinar está relacionado directamente con comer de forma más saludable, y nos dicen también que en las familias donde se hace, la prevalencia de obesidad es mucho menor.
Pero, antes de meterse en la cocina es fundamental ir a comprar los alimentos. Un hecho aparentemente simple que tiene muchas ventajas.
- Nos conecta con la comida, porque comprar en el sitio adecuado nos proporciona un relato sobre cada alimento. Aprendemos de donde viene, como ha crecido, como ha llegado hasta la tienda… Y todo esto nos permite tomar decisiones mejores para nuestro entorno y nuestra salud.
- Promueve las economías locales, como pasa con los alimentos de proximidad.
- Somos conscientes de los ritmos de la naturaleza y la realidad. Como es el caso de los alimentos de temporada: aprendemos que hay cerezas porque es verano, pero que, en cambio, no hay naranjas.
- Cambia nuestra relación con la naturaleza: dejamos de sentirnos propietarios y nos convertimos en usufructuarios, cosa que fomenta una cultura de consumo mucho más sostenible.