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¿A quién no le gusta despertarse por las mañanas con olor a café y pan tostado? Ese olor es el resultado de un proceso químico llamado “reacción de Maillard”, que tiene lugar cuando los azúcares y los aminoácidos se calientan juntos, dando como resultado ese color dorado y olor característicos.
La acrilamida es una sustancia química que se crea de manera natural en productos alimenticios cuando los sometemos a temperaturas superiores a 120 °C y baja humedad. Se forma principalmente cuando freímos, tostamos, horneamos o hacemos a la barbacoa algunos alimentos en exceso, gracias a los azúcares y aminoácidos presentes, debido a la reacción de Maillard.
Tras el consumo, el tracto gastrointestinal absorbe la acrilamida, que se distribuye a todos los órganos y se metaboliza. La glicidamida es uno de los principales metabolitos que resulta de este proceso.
La Agencia Internacional de Investigación contra el Cáncer (IARC) y los estudios evaluados por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) han determinado que la acrilamida y su metabolito, la glicidamida, podrían ser genotóxicas y cancerígenas. Esto quiere decir que pueden producir mutaciones y daños en el ADN.
Se forma principalmente en alimentos ricos en hidratos de carbono, como pan, galletas, patatas o cereales, cuando estos son cocinados a altas temperaturas y baja humedad: frituras, tostados y horneados en exceso.
A nivel de industria alimentaria, en 2017 la Comisión Europea publicó el Reglamento 2017/2158, que establece medidas de mitigación y valores de referencia para reducir la presencia de acrilamida en los alimentos.
No hay una dosis tolerable de acrilamida o dosis segura, pero sí que hay maneras de reducir su formación al cocinar y, por tanto, tener un menor efecto negativo en nuestra salud:
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