Ya lo dice el dicho:
“Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo”. Y debe ser cierto, porque son muchos los estudios que corroboran que los niños que desayunan de manera adecuada tienen más energía, disfrutan de una buena salud, prestan más atención, se portan mejor, rinden mucho más en el colegio y tienen menos posibilidades de engordarse.

Hace algunos años, un grupo de investigadores de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos) quisieron saber hasta qué punto era importante el desayuno entre los jóvenes. Durante 3 años hicieron el seguimiento a 2116 adolescentes. Las conclusiones fueron reveladoras y rotundas: por un lado,
los que desayunaban rendían más y mejor académicamente, y por otro, los que no lo hacían engordaban 2,3kg más que el resto, aunque ingiriesen menos calorías a lo largo del día.
Un simple vaso de leche no es suficiente (es lo que toma el 19.3% de la población infantil y juvenil, según el ENS), como tampoco lo es un vaso de leche con galletas o pan (el 56%).
Un desayuno completo tiene que proporcionar el 20-25% de la energía diaria, y su base tienen que ser los hidratos de carbono de asimilación lenta.
Lo más recomendable es alternar a lo largo de la semana cereales integrales de calidad en forma de cremas tipo porridge con bocadillos de pan integral o cereales crujientes sin azúcares añadidos. Se tienen que incorporar semillas, frutos secos y alguna pieza de fruta. Además, es recomendable no abusar de los zumos, porque contienen cantidades excesivas de azúcares simples y nada de fibra. Por la misma razón, hay que evitar la bollería o dejarla para el fin de semana, ya que como tiene mucho azúcar produce bajadas de glucosa en la sangre que, entre otras cosas, dificultan la concentración en clase.